Resiliencia es el término que define la capacidad de una persona para adaptarse a situaciones difíciles y seguir adelante. Es recuperarse a pesar de todo.
Es aceptar los cambios difíciles tratando de entenderlos como estrategia para no inmovilizarse y para seguir adelante. La resiliencia evita que una situación desfavorable y hasta traumatizante, se convierta en la que domine nuestra vida futura.
Se ha planteado que el impulso de ser resiliente está más desarrollado en unos que en otros, por lo que para ciertas personas con características específicas podría ser más fácil seguir adelante. Pero eso no afecta la realidad de que cada persona tiene la capacidad de sobreponerse a situaciones desfavorables como parte de la naturaleza humana y de su instinto de supervivencia.
De hecho, aprendiendo de esos cambios radicales generalmente se sale más fuerte. Ayudan a crecer y son los que empujan la evolución.
¿Cómo ser más resiliente?
Primero tratando de no perder el control. En medio del stress respirar, resistir y aunque se sufra igual que aquel que está fuera de sí, no permitir que la situación desmorone aunque no se entienda.
Segundo, Identificar las causas y definir qué control se tiene sobre ellas o qué elemento externo de ayuda puede facilitar controlarlas. Tercero, buscar las personas adecuadas que ayuden a superar el problema.
Entre otras sugerencias que permiten desarrollar resiliencia ayuda tener la mejor actitud ante la situación, ser flexible y siempre estar preparado a los cambios. Tratar de salir de la zona de confort visualizando qué puede cambiar en este momento adelantándose y preparándose.
Un buen ejercicio es preguntarse ahora, antes de que suceda, cómo se enfrentaría, por ejemplo, la muerte de un ser querido, una separación, la pérdida del trabajo, la llegada de una enfermedad o la ocurrencia de un desastre natural.
La prevención tranquiliza.