Es una estrategia de supervivencia para evitar que algo malo nos ocurra.
El miedo sirve para cuidar nuestra integridad física o mental.
Su lado positivo es que genera una alerta para prevenir situaciones desagradables. Nos ayuda a reaccionar ante situaciones que nos pueden provocar angustia, pérdida o dolor.
La alerta y el conocimiento que genera un peligro ayuda a crear mecanismos que contribuyen a la seguridad y motivan a identificar y crear soluciones que sirvan para mantener o alcanzar nuestro bienestar físico y mental.
Lo malo del miedo es que cuando no se controla, no se entiende o simplemente no se enfrenta, nos limitamos y no buscamos soluciones para resolver la situación.
Si se vuelve una sensación constante, podría ser la razón principal por la que una persona no logra avanzar hacia sus metas. El miedo puede inmovilizar o desmotivar para evitar enfrentar aquello que crea incertidumbre.
Digamos entonces que el miedo no es malo, siempre y cuando no sea obstáculo para crecer.
¿Cuándo es un problema?
Expertos en comportamiento humano plantean que el miedo se convierte en un problema cuando es disfuncional.
Es decir, cuando se aleja de su función principal (alerta para evitar un daño) y se mantiene la sensación a pesar de que eso que evadimos nos podría ayudar a mejorar.
Hay miedos que una persona “entiende” y busca la forma de defenderse de ellos, generalmente tratando de entender la situación ya sea en el momento o recopilando información para actuar con más conocimiento cuando vuelva a enfrentarlos.
Pero también hay miedos irracionales o muy arraigados en la persona que bloquean el discernimiento creando una sensación constante de miedo a pesar de que se conozca hasta que punto puede afectar lo que lo genera.
Son esos miedos vinculados con lo que llaman “zona de confort” aunque en verdad no haya tal zona sino más bien una adaptación a la situación actual y un miedo al cambio.
Quizás por evitar esos miedos algunas personas no quieren salir de ese “lugar seguro” se estancan, se autosabotean o simplemente se conforman con lo que tienen.
Cuando alguien está en su zona de confort evita los riesgos, los cambios, los retos y la ansiedad que da la incertidumbre. Siempre se van “por lo seguro” y tienden a ser muy precavidos.
Por supuesto tener precaución en la vida es muy importante, pero muchas veces se confunde con no escudriñar nuevas posibilidades.
MÁS SOBRE EL MIEDO
¿Qué es fobia?
El punto extremo de cuando no se controla el miedo. Tiene una gran variedad de razones que merecen un tratamiento ayudado por un psicólogo o una auto revisión profunda para superarlas.
Por ejemplo, hay personas que sufren de:
- Nictofobia que son las que no logran superar el miedo a la oscuridad (aunque sepan que la zona sin luz no guarda peligro).
- Hematofobia, pánico a la sangre.
- Acrofobia, miedo a las alturas.
- Aerofobia, miedo a volar en aviones.
- Claustrofobia, miedo a los espacios cerrados.
¿Cuáles son las emociones básicas?
Alegría, tristeza, ira, sorpresa, asco y miedo.
El miedo como arma:
Es un mecanismo muy poderoso. Sirve para manipular y generar en quien se le inculca comportamientos positivos, cuando la intención es buena y enfocada en empujar al crecimiento. Es negativa cuando lo que se quiere es dominar a través del terror, la ansiedad y la incertidumbre.
Usar el miedo como arma, para bien o para mal, tiene un peso ético y moral.
Escudriñar en los los instintos básicos de los seres humanos para manipular abre el camino a insertar odios, prejuicios, intolerancia, verdades a medias, etcétera. Pero también ayuda a comprender los peligros y buscar soluciones para enfrentarlos.
Sensación constante de miedo:
Se manifiesta con pánico, ansiedad, comportamiento errático y angustia. En casos extremos puede provocar palpitaciones, mareos y hasta sensación de que se va a morir.